10/01/2004

La verdadera historia de Blancanieves y los siete enanitos (según Blancanieves)


La historia es conocida por todos. Yo era muy feliz con mi papá, a pesar de que mi madre había muerto cuando yo era pequeña. Vivíamos en nuestro castillo, hasta que papá (el rey se casó con la reina del país vecino. Era una mujer bellísima, pero todo lo que tenía de lindo tambien lo tenía de envidiosa. Tenía un espejo al que le hablaba todo el día y lo consultaba en todo momento; algo bastante extraño. Cuando se lo conté a mi padre, le causó mucha gracia. Inútil hacer algún comentario sobre ella, papá lo idolatraba ¡y lo llevaba de la nariz.!
Yo la espiaba para ver de que hablaban; me molestaba que fuera tan compañera del espejo y en cambio a mí me tenía en consideración a la hora de tener una conversación.
Una mañana escuché al pasar que le preguntaba al espejo quién era la mujer más bella del reino y al responderle éste que era yo (que es verdad), supuse con razón que se pondría furiosa y es por eso que me escapé hacia el bosque, por miedo a que me hiciera daño, y también para que mi padre sufriera al saberme perdida.
Corrí por el bosque hasta quedar exhausta. Encontré una casita pequeña y entré a descansar; debo haber estado muy cansada porque me desperté ya de noche rodeada por siete enanitos muy desagradables, que me miraban embobados. Como no podía contar la verdad de lo sucedido, inventé una historia fantástica de que mi madrastra me había mandado matar y el encargado se apiadó de mí y me dejó libre, sin haber cumplido el encargo. Reconozco que esta vez mis fantasías fueron demasiado lejos y se apoyaron en mentiras. ¿Pero que podía hacer si quería que ellos me cobijaran y que no contaran a nadie mi paradero? Es obvio que a esas alturas mi padre me estaría buscando por todo el reino. Los enanitos eran ingenuos y fácilmente impresionables, pero ya estaban cansándose de mi porque yo estoy acostumbrada a que me sirvan y me hagan las cosas, y es verdad que desde mi llegada la casa era un caos. Cuando ellos llegaban a la noche tenían que arreglar las cosas que yo dejaba fuera de lugar. Para seguir teniéndolos de mi lado, un día en que particularmente todo estaba igual que cuando se fueron o peor, fingí estar dormida, con un peine en la cabeza. Cuando desperté les conté una historia insólita de una vendedora de peines.
Tan impresionados quedaron, que al otro día, al no haber hecho las camas fingí estar dormida con un pedazo de manzana en la boca, pero como no sabía que explicación dar, seguí haciéndome la dormida. Jamás pensé en que inventarían esa historia de la reina disfrazada de vieja dándome una manzana envenenada. Me colocaron en una caja de cristal donde me encontró un príncipe.
Cuando él me besó dejé de fingir y le pedí que me llevara con mi padre. Iba a explicar todo, pero el príncipe se adelantó y le contó a mi desesperado padre la historia que le relataron los siete enanitos. Mi padre, al que mi ausencia trastornó, creyó esa descabellada historia. ¿Cómo contar la verdad sin perder el amor y el respeto del príncipe y de mi padre? Lógicamente preferí callar.
Mi madrastra lloró y suplicó. La pretensión suya de que papá creyera lo del espejo y mi fuga habían sido un invento mío sólo porque no podía soportar vernos felices, fue inútil. Al decir que yo era una consentida y fantasiosa, lo único que logró fue que mi padre no quisiera verla más.
Sin ella somos más felices y yo soy la m{as linda del reino. A mí me lo dijo mi espejo.